El valor económico de la confianza

Para quienes hemos trabajado en desarrollo productivo, nos resulta obvio que la desconfianza entre los empresarios es un obstáculo casi insuperable en el diseño de esquemas cooperativos y su implementación.


Que la confianza tiene un enorme valor económico se ve reflejado en la forma como la crisis griega tiene a la Unión Europea (UE) ad portas de una crisis, con la falta de confianza (en mi opinión fundada: ‘Crisis Europea de regreso al abismo’: Portafolio 16/6/10) de la UE en que Grecia podrá cumplir, y de los mercados financieros en que la UE podrá proteger a los bancos (franceses y alemanes) del impacto de su default y a otras economías (España e Italia, sobre las que la UE sí debería preocuparse) del contagio.

¿Cuánto vale la confianza en que un agente (país) cumpla sus compromisos? Las primas de riesgo, las enormes erogaciones del Banco Central Europeo (BCE) y de los gobiernos, y las transacciones en default swaps nos dan una idea.

Pero consideremos otro aspecto de ese valor, en conexión con discusiones recientes sobre la innovación. ¿Cuál puede ser ese valor para las condiciones que hacen posible ésta, en particular, y el desarrollo, en general?

Ni este último ni la primera son posibles en condiciones de un funcionamiento social en el que la erosión de la confiabilidad-confianza minan la base de capital humano, social e institucional, cuya acumulación los hacen posibles.

En una columna (‘Institucionalidad cooperativa, competitividad y desarrollo’) publicada en El Tiempo en 1998 sostenía que formas de interacción social en las que cada individuo prioriza su ventaja personal inmediata por encima del bienestar colectivo, así como de ausencia de una institucionalidad capaz de implementar e imponer soluciones cooperativas, determinan el estancamiento de la acumulación socialmente productiva de capital social y capital conocimiento, cuando no su destrucción.

Una sociedad en la que la palabra no compromete y en la que no se responde verbalmente por las propias conductas padece de una destrucción del sentido ético del lenguaje que tiene un impacto devastador sobre el funcionamiento social, convirtiéndolo en una destrucción permanente de capital social.

A la base de la constitución misma de la realidad en tanto conocida por el sujeto, está su estructuración mediante el lenguaje, y es la posibilidad de la comunicación, que sobre esa base se desarrolla, lo que hace plausible construir una ética (la comunicación como condición de posibilidad del conocimiento, la ética y la política de Herder a Habermas).

Es por esto que la conservación del valor ético de la palabra es la condición de posibilidad del discurso mismo y de la confiabilidad-confianza a la base del capital social sin el cual el desarrollo es imposible.

Si para la ética y la política resulta devastadora la destrucción de la confiabilidad-confianza que emerge del hecho de que mi compromiso verbal no me compromete factualmente y de que no asumo responsabilidad por mis actos, y consiguientemente no hay un funcionamiento social (capital institucional) que me haga accountable por ellos, para el desarrollo económico no es menos fatal.

Las implicaciones para el desarrollo del análisis económico (institucionalista de los costos de transacción, los contratos implícitos y los comportamientos oportunistas violatorios de estos; y evolucionista de las condiciones para el networking tecnológico y productivo) se manifiestan en el contraste entre el florecimiento de formas de cooperación (características de la red productiva alemana y japonesa y los distritos industriales italianos y taiwaneses) versus. su ausencia en otras latitudes en que los comportamientos oportunistas destruyen la confiabilidad-confianza; destrucción que obliga a asumir tales costos de transacción (pues la noción de que lo que no está registrado en notaría no existe o no me compromete, obliga a diseñar contratos que cubran todas las eventualidades de esos comportamientos) que hacen imposible la cooperación tecno productiva y el flujo del conocimiento que ella involucra (¿cómo me voy a arriesgar a invertir en un proceso cooperativo y entregar mi conocimiento si la contraparte una vez lo reciba se va a volar sin cumplir su reciprocidad?); costos que, más generalmente, hacen muy difícil una actividad económica cuya fluidez seria facilitada por un capital social funcional.

Para quienes hemos trabajado en desarrollo productivo nos resulta obvio que la desconfianza entre los empresarios es un obstáculo casi insuperable en el diseño de esquemas cooperativos (porque se hace extremadamente complejo al requerir de mecanismos contractuales previendo todas las eventualidades de comportamientos oportunistas) y su implementación (tan difícil de avanzar mientras no se supere el temor de que el interlocutor se va aprovechar oportunista y unilateralmente de mi esfuerzo sin cumplir con su parte).

Concluyendo, ¿por qué el conocimiento fluye, se genera cooperativamente, se difunde, y beneficia no solo a las partes involucradas en el networking en las localizaciones mencionadas sino a toda la sociedad y no se genera ni se difunde y beneficia así en otras? Porque en estas últimas los comportamientos oportunistas violatorios de los contratos implícitos erosionan la confiabilidad-confianza a la base de esos procesos y destruyen la base ética del lenguaje de la cooperación que una responsabilidad ética de la palabra hace posible. ¿Cuánto vale la confianza? Lo que vale el desarrollo.

Ricardo Chica Abella

http://www.portafolio.co/opinion/el-valor-economico-la-confianza

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